Pues hasta aquí La vida en beso. Ha durado demasiado para los que no les ha interesado lo más mínimo que desnudara convenientemente la verdad, la mía. Demasiado poco para los que se incorporan ahora a esto del surrealismo como meta artística entre el verso y la ilustración. Pero hasta aquí una de las etapas más importantes, que todavía me sabe a nueva, con ganas de contarla con otros idiomas. Ahora llega el momento de dejar las maletas en la puerta esperando a que otro casero me las abra y hacerme la idea de que este rincón se queda para quien quiera recordarlo, para quien disfrute viendo cómo del fango de un corazón herido a veces puede surgir lo extraordinario.
Porque este blog surgió de la necesidad de seguir hablando para quien no quiso escucharme en su día. Para que viese que la esperanza cuando se deja demasiado tiempo en la nevera empieza a oler mal. Que no solo basta con quejarse; que hay que partirse las espaldas trabajando en lo productivo, en lo duradero, desechando lo circunstancial y las demagogias. Que no tengo miedo, que nunca lo tuve, que nunca me acostumbré a vivir con mis propios enemigos, que a pesar de enseñar la forma de sobrevivir prefirieron quedarse atrás.
Yo sigo, de otras formas, con otros colores, con otras pieles, con la misma sangre. Pero sigo. Hacia adelante. Sin prepararme para el suicidio. Mientras me dejen. Por mi debilidad caeré más de una vez en el mismo error de creer en la bondad de los desconocidos y que los milagros existen más allá de nuestras posibilidades más inmediatas. Éso me viene de familia.
Me despido con mi admiradísimo Antonio. Modelo y maestro a seguir desde el principio. Sin más confesiones. Porque yo, como él, también soy de acero inolvidable. Ya sé querer.
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