Nadie se acostumbra a las grandes catástrofes. Por muy predecibles y numerosas que sean. Villa del Río, mi pueblo, no ha sido una excepción. Esta vez ha sido mucho más crudo el resultado. Tanto que setenta familias y casi medio centenar de empresarios lo han perdido todo en cuestión de una hora de intensas lluvias, granizadas y torrentes de agua que han arrasado con todo lo que han encontrado a su paso.
La desgracia ha sido sonada y sonora. El máximo mandatario del gobierno andaluz y la Ministra de Medio Ambiente quisieron ser testigos en primera persona de la magnitud de la catástrofe. También decenas de medios de comunicación se quisieron hacer eco de la noticia. De sus bocas sólo salieron palabras de aliento y condolencia. Muchos lo han perdido todo, hasta las ganas. Existe entre mis vecinos una urgencia de evitar que se despierten día tras día y comprueben que la pesadilla sigue activa y trajina con nuevos menesteres.
Sólo se puede ayudar, mano con mano y codo con codo. A nadie le importa ya las promesas electorales, ni los mítines, ni los panfletos de publicidad. Todo eso queda relegado a un cuarto o quinto puesto. Ahora se habla de humanidad. De enfundarte tus botas y colaborar para que todo vuelva a una normalidad más que necesaria.
Mayo ha maltratado a mi pueblo y entre lágrimas mira a un cielo avergonzado por su atrocidad.
Todos los derechos reservados. Jesús Leirós 2011 ©
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Unknown
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20.5.11
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