Foto: Jesús Pozo
Mirar por encima del hombro crea graves contracturas morales si se hace por costumbre. Y subestimar provoca hemorragias de orgullo totalmente inesperadas. Eso Villa del Río lo sabe de sobra. Me refiero a saberlo provocar, no a saberlo a hacer. Son todavía muchos los que se sorprenden que el pueblo con la extensión territorial más irrisoria de la provincia siempre esté en el candelero y no lanzando candelabros contra todos los que nos siguen considerando un pueblo de segunda dentro incluso del Alto Guadalquivir.
Villa del Río no tiene raíces por haber sido residencia acogedora de aves errantes de todos los puntos de España desde hace décadas. Para prueba mis propios abuelos paternos que venidos directamente desde Vigo y Barcelona decidieron quedarse en muy buena hora. En cambio no es un pueblo nuevo sin historia. Los vestigios de quienes desde hace más de mil años llevan pisando estas tierras salpican la ribera del Guadalquivir con aceñas árabes, un puente romano perteneciente a la Vía Augusta que llevaba a Roma, casas señoriales donde descansaron durante alguna que otra noche Reyes de España, etc.
En cambio, si algo hay que resaltar de Villa del Río es, sin lugar a dudas, su espíritu cultural tan vibrante y saludable. Las razones por las que este pequeñísimo pueblo tenga el museo más importante del mundo sobre la figura de Manolete, sea el lugar donde nació Matías Prats, el periodista más relevante de la historia moderna de España, también la cuna de Pedro Bueno, el mejor retratista de la postguerra española, se las achacan los expertos "a la suerte de los principiantes". Porque según ellos no es entendible que aquí se produzcan tantos milagros culturales con tan pocos medios.
Foto: Jesús Pozo
Yo hoy les hablo de Juan Lara, actual director de la Agencia Efe en Roma. Le hablo de Miguel Carlos Clémentson, director de la Escuela de Artes y Oficios de "Mateo Inurria" en Córdoba. De Manuel Pedraz, prestigioso periodista de RNE y Premio Nacional de Cultura 2011. De Joaquín Garrido, El Jaro, Juan Antonio Camino, Premios Nacionales de Flamenco. Hablo de Concepción Martos, gran soprano premiada por toda la geografía española, Juan Calero, embajador de la copla en toda Andalucía, de Manu Castellano y su gran proyección nacional. Del jóven escultor e imaginero Sebastián Montes y su ingente obra artística reconocida en todas las capitales de provincia en Andalucía. De Isabel Agüera, escritora y académica traducida a cinco lenguas en todo el mundo. Si a ésto le añadimos la desproporcionadísima cantidad de asociaciones culturales (en torno a 78) para un pueblo que no llega a rozar los 8000 habitantes, la cosa ya se pone del todo seria.
Aquí existe afición por todo. Desde la micología hasta los grupos grafiteros. Desde grandes hermandades hasta abuelas ilusionadísimas haciendo eventos de croché. Compañías de teatro, conservatorio de música, un cine-forum, campeones de España de natación, hapkido, ajedrez. La cosa es dar ruido y, sobre todo, hacerlo bien.
El último campanazo lo ha dado el Coro Rociero de la Paz y Esperanza que, sin previo aviso, ha sido elegido por el Obispado para cantar en la ceremonia papal en Cuatro Vientos en las Jornadas Mundiales de la Juventud el mes que viene. Un logro que muchos utilizarían para vanagloriarse durante décadas se celebra en cada esquina de forma humilde y sin grandes pretensiones. Un logro más vivido a nuestra manera.