Por mucho que les pese a los estudiosos que han querido lapidarla y coetáneos que han intentado correr un velo manchado de vergüenza, hoy esta historia cobra un especial protagonismo. Fiel reflejo del romanticismo; de cuando el amor roza su clímax y torna en locura. Redescubrimos la pasión más famosa de las monarquías europeas: Felipe "El Hermoso" y Juana "la loca".
Juana I de Castilla llegó a Flandes a mediados de un calurosísimo agosto de 1496 para casarse con el archiduque Felipe. Ella, que ya conocía la gran belleza de su prometido, quiso contrarrestrar el protagonismo que ya de por sí acarreaba Felipe a sus miles de admiradoras con un acompañamiento naval de más de 15000 barcos. Ya en la boda, cuentan los cronistas, el propio Felipe se saltó el protocolo nupcial al besar a la novia fogosamente delante de todos los invitados cuando todavía no habían sido declarados como marido y mujer. Juana estaba impactada ante la idiosincrasia de un Flandes que nada tenía que ver con la religiosidad y sobriedad que imperaba en la Castilla de Cisneros y su Santa Hermandad.
Su vida conyugal fue plena, al menos los primeros meses. En poco tiempo fueron numerosísimas las ocasiones en las que Felipe se dejaba ver satisfaciendo sus deseos carnales con otras féminas de palacio. Juana pronto se dio cuenta de que algo estaba cambiando en la actitud de su marido y pidió a su consejero de cámara que le mandara una misiva urgente a su madre, Isabel La Católica, para que ella le indicase qué debería hacer ante esta situación. La respuesta de "la reina unificadora" fue del todo taxativa: "Convéncete de que el amor no sólo te hará reír. Perdona y ámalo más que ninguna".Como hasta ahora, siguió los consejos pero de poco sirvieron pues las infidelidades por parte de Felipe siguieron siendo in crescendo.
Juana I de Castilla fue una de las monarcas españolas más caristmáticas y se ganó el favor del pueblo desde el primer momento.Se convirtió en toda una experta a la hora de distinguir los perfumes residuales que todavía dormían en las sábanas de Felipe. Entonces olía una a una a todas las cortesanas y tras identificar a la concubina de turno exigía su despido laboral. Tras graves crisis de ansiedad y noches en vela, son muchos los cronistas que notaron un cambio radical en Juana. Varios médicos le diagnosticaron locura, muchos alentados por su padre Fernando y por su esposo para así eliminarla de la línea sucesoria .
Juana no podría comprender cómo el hombre que más amaba podría haberse convertido en su enemigo más acérrimo. Con el paso del tiempo su supuesta locura y sus excentricidades dentro de palacio se vieron incrementadas cuando de repente Felipe cae gravemente enfermo por beber agua fría tras un intenso juego de pelota. Altas fiebres consumen su vida y sólo una palabra florece de entre sus labios violetas: "Juana, haced que venga aquí conmigo". Ella, que llevaba años intentando defender su verdad, su salud psicológica y endureciendo su corazón una y otra vez para desenamorarse de Felipe, acudió presurosa a su lecho inundándolo de caricias y promesas de que juntos les esperaba una nueva vida, indultándolo así de todo mal. A las dos semanas todo acabó.
Aunque no pudo cumplir el sueño de Felipe, en la actualidad descansan juntos en la Catedral de Granada
Pero puede que el éxtasis de esta historia comience aquí, en el momento en el que Juana de Castilla pretende hacer realidad el último sueño de Felipe: enterradlo en Granada. Es así como se propone viajar desde Burgos hasta su destino a pie, acompañada de soldados, religiosos, damas de compañía y siempre de noche. Tras ocho meses de viaje, en Tordesillas da a luz a su hija póstuma, la llamará Catalina. Su padre consigue así buscar la excusa perfecta para encerradla tras los numerosos rumores de locura que vierten sobre Juana. Una vez recluida de por vida en esta prisión-castillo hizo convencer a los monjes que la custodiaban que por favor le dejasen ver el cadaver de su marido cada cierto tiempo para besarlo, acariciarlo y mantener largas conversaciones con él. Ellos, que sabían que no se trataba de ninguna demente, accedieron comprendiendo su angustiosa situación además de tener en cuenta que ella seguía siendo la Reina de España, título que respetó su hijo Carlos V hasta la muerte de Juana en 1555.
Símbolo fetiche de los escritores románticos del XIX, icono de los amores imposibles e incomprendidos, la reina que quedó recluida por supuesta locura, dio quizás una lección de absoluta lucidez: la de renunciar a todo por amor, incluso de tu propio reino, de tu propia verdad.
Todos los derechos reservados. Jesús Leirós 2011 ©
Publicado por
Unknown
Etiquetas:
Especial San Valentin
en
10.2.11