Prueba
- Y a un idilio tan frío solo le puede la muerte -


Prueba

15 de abril de 2012

Titánic: todos murieron de sueño


Hay una frase que siempre repiten los veteranos de guerra cuando tienen que mandar callar:  si no estuviste en la guerra no deberías hablar de ella. Hoy esa frase se la salta a la torera medio mundo hablando de lo que pude ser y no fue, de las casualidades y causalidades, de la película y la histeria desatada entre las quinceañeras del 97 al pensar que por ser en 3D podrán tocar por fin el flequillo de DiCaprio. Pues va a ser que no.

Después de cien años hablando del Titanic, me pregunto qué tendrá ese amasijo de hierros en mitad del Atlántico Norte lleno de estalactitas de óxido podrido que nos sigue abriendo el apetito. Ni que decir tiene que la idea de James Cameron de sacarse de la manga una historia increíble (en el peor de los sentidos) que contextualizara la historia real, puede explicar la gran expectación en las nuevas generaciones. De hecho, es la única película que sabiéndose que todo iba a acabar como el Rosario de la Aurora, tuvo el mayor tirón en taquilla. Maravillosas contradicciones hollywoodienses. Pero claro, como todo, tiene su doble (o quíntuple) lectura. En realidad todos íbamos en ese barco. El propio siglo XX iba ahí representado: con su diferenciación de clases, su apuesta cegadora por la tecnología, la creencia de que por fin habíamos superado a la propia naturaleza, violines, ostras y salvavidas para los ricos, carbón, literas y rezos para los pobres y un larguísimo etcétera como sus 270 metros de eslora. A veces pienso que se trataba de una gran compañía de teatro en el primer escenario martítimo: con sus fuegos artificiales, su banda de música, sus 2227 actores y un final inesperado que nos sumerge, año tras año, en nuevas realidades.

Lo que más me llama la atención de la historia no es ni cómo se hizo el gigante, ni las razones por las que no vieron el iceberg, ni siquiera saber si todo fue un complot para deshacerse de los nuevos ricos que querían hacer carrera en América. Lo más sorprendente es la forma en que murieron la gran mayoría: sin saberlo. La muerte por congelación nos consigue adormecer justo a los siete minutos y en otros siete ya el corazón deja de recibir información para seguir latiendo. Ahora todos seguimos estando en un Titanic mucho más titánico, más insolente y más enfermo. Nos seguimos hundiendo poco a poco pero esta vez sin  la banda de músicos tocando sin duelo y con los capitanes saltando como locos por la borda. Y como ellos nos veremos: entre chalecos salvavidas, ricos abrazando a pobres, niños sobre abuelos, abuelos sobre muebles, últimos chapoteos... Todos soñando que todo había sido una pesadilla, imaginando hipotecas pagadas, razones  cobradas, rezándole a la Guadalupana por haberlos salvado, todos con la piel azul y las caras desencajadas, seremos, sin previo aviso, un maravilloso festín para cientos de peces gordos.


Todos los derechos reservados. Jesús Leirós 2012 ©
Publicado por Unknown en 15.4.12

10 comentarios:

Octavio dijo...

Yo lucho todos los días por no acabar como los del Titanic... Espero con tu ayuda conseguirlo...

Octavio dijo...

yo todos los días batallo para no morir como los del Titanic...estando en vida... cuento con tu ayuda a partir de ahora en esa ardua y apasionante tarea,

Octavio S. dijo...

tienes razón: hoy una gran mayoría está anestesiada... yo batallo cada día por no caer en ese sueño...

Tello dijo...

En realidad todo podrían haber muerto incluso antes de entrar en el propio barco. Muchos fueron para ver qué se encontraba una vez estuviese en NY para despues pasar a la base de armas de una sociedad cada vez más corrompida, una pena.

galiMATIAS dijo...

Siempre que veo esta foto me acuerdo de Celine Dion, me es inevitable.

Eli Bravo dijo...

Cien años debajo del mar no nos ha cambiado nada. Allí seguimos con la sangre congelada y la casa por barrer...

abrazos.

Demoret dijo...

Nadie pensaba que un barco tan maravillosamente esplendoroso acabaría en los fondos del mar. Como todo en la vida...

Roberto33 dijo...

En siete minutos acabaríamos dormidos? Yo creo que eso es mejor que un suicidio...aunque se está tan bien debajo del braserito que casi que no me apetece

Sevillano33 dijo...

Si tú saltas yo salto!

Sito Cordoba dijo...

Estoy muy de acuerdo con Octavio. Hay que luchar cada día para no acabar como ellos. Aunque sabiéndolo mejor que cojamos buenos salvavidas.