Ángel esperanzado (1954)
Autógrafo de Salvador Dalí para su alumno y amigo Ginés Liébana (París, 1972)
Dalí siempre supo que tenía la obligación de hacer historia. Su propio nombre, Salvador, fue una de las máximas pruebas que utilizó para demostrar que era su deber rescatar al propio arte de las manos de lo que él llamaba "arte contempoerróneo". Su padre era un notario insigne dentro de la burocracia catalana de principios de siglo y quiso que su hijo siguiera sus pasos. Pero el argumento parecía estar ya escrito y Dalí reclamaba desde joven su particular trono de genio universal. Para ejemplo qué mejor que recordar el episodio que protagonizó en el examen final de la carrera de Bellas Artes en Madrid cuando el presidente del tribunal sacó tres bolas al azar y le dio a elegir una. Cuando la abrieron le mostraron el nombre del autor que debía defender ante todo el auditorio; fue Rafael, su artista favorito junto a Velázquez y Vermeer; Dalí se levantó y les dijo sin el menor indicio de nerviosismo:
" ¡Lo siento señores! Compréndame pero me es imposible que les hable de Rafael a ustedes. Y es que sé tanto sobre Rafael que ni uniendo la sapiencia de todos ustedes podrían superarme. Adiós."
" ¡Lo siento señores! Compréndame pero me es imposible que les hable de Rafael a ustedes. Y es que sé tanto sobre Rafael que ni uniendo la sapiencia de todos ustedes podrían superarme. Adiós."
Son muchos los que pagarían por ver la cara de incredulidad que se les quedaría a los profesores allí presentes. Pero yo sí animaría a que invirtiéramos parte de nuestras pequeñas fortunas en ver sus muecas ya en los años 30 cuando Salvador Dalí era sinónimo de mito viviente, de un loco de Cadaqués dispuesto a reinventar el pensamiento de un siglo mutilado entre dos guerras.
Y es que el surrealismo en Dalí nace aquí precisamente. De un periodo concreto, de dos guerras mundiales que dejan sin rumbo a millones de personas y que consiguen hacer apetecible un nuevo acercamiento del humanismo a las ciencias exactas. En este caso a la física cuántica, a las matemáticas y al psicoanálisis. En definitiva, a la era atómica de Einstein y a la freudiana.
Y es que el surrealismo en Dalí nace aquí precisamente. De un periodo concreto, de dos guerras mundiales que dejan sin rumbo a millones de personas y que consiguen hacer apetecible un nuevo acercamiento del humanismo a las ciencias exactas. En este caso a la física cuántica, a las matemáticas y al psicoanálisis. En definitiva, a la era atómica de Einstein y a la freudiana.
A parte de sus obsesiones con la castración, su síndrome de Edipo y la putrefacción, Dalí quiso unir la ciencia con el arte en una comunión exacta y a la vez bella, tal y como lo haría un Da Vinci en la actualidad. La obra de Dalí refleja las principales teorías y descubrimientos científicos que vertebraron el siglo XX. Incluso su firma se inspira en una imagen científica. La corona líquida es la fotografía estroboscópica de la caída de una gota de leche. El ingeniero norteamericano Harold Carton produjo esta imagen en 1936. Dalí la usa por primera vez en 1938 y nunca la abandonará. La ciencia le acompaña toda su vida.
Todos los derechos reservados. Jesús Leirós 2011 ©
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Unknown
Etiquetas:
Dalí,
Liébana y el Surrealismo
en
9.3.11
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4 comentarios:
Muy buena esta parte didáctica. Prepara los cuadros.
Que preciosidad de ángel por favor!!!!
Aunque en directo seguro que gana.
Je suis fou au chocolat Lanvain!! jaja
A 39 personas nos gusta esta entrad en Facebook! Que crack! jaja
Interesante post sobre el surrealismo.Soy un amante de las vanguardias de primeros de siglo,principalmente expresionismo alemán.
Los movimientos que los nazis calificaron como arte degenerado.Hace 3 años vi una exposicion sobre ellos en londres llamada lonely prophets.Una maravilla.
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