Buscar una lógica al universo de Ginés Liébana es una empresa de titanes. Un cuadro, un dibujo o un texto de este genial creador tienen la clave pero no la desvelan; es más, la acrecientan. El propio Liébana -el de antes, el de ahora, el de siempre - es la respuesta a la sorpresa, a la emoción, al escalofrío que transmite su obra. Y así se cierra el círculo.
¿Dónde está, por tanto, la explicación a todo esto? Por una parte en la ciudad en la que se hace artista, Córdoba, y de otra en el mismo creador que absorbe lo que nadie percibe de una ciudad que, como la buena lluvia, cala hasta los huesos. Ginés se enamora de ella, se pelea, se vuelve a reconciliar, la mira con distancia, pero nunca la desdeña. Siempre la tiene presente, desde una arista o desde otra, porque sabe que nunca defrauda.
Liébana abre los ojos a la vida en plena devoción por el absurdo. Son los años en los que Gómez de la Serna oficia una liturgia que es realidad viva en el entorno del niño Ginés: son las corridas de toros improvisadas con cuatro carros en la plaza del pueblo, la Semana Santa en la que el ingenio suplía al arte. "En Valenzuela sólo había tabernas y entierros", describe para explicar que "la gente inventa cuando no tiene dinero" y sin saberlo está desarrollando un programa estético que alcanzará la cumbre cuando "lo dramático se convierte en festín".El dolor del sepelio de flores contrahechas ahogado en aguardiente y la dignidad del borracho que llega erguido a su casa y se desploma en el portal porque no puede fingir más.
Este ámbito en el que se desenvuelve Liébana oscila entre lo rabiosamente popular y lo refinadamente culto, entre las exclamaciones salidas del alma de la chacha Clementina y la poesía de Góngora o de Juan Ramón. Ginés disfruta- y aprende - tanto en la bulla de una procesión como ante un Juan de Flandes. Es el momento de la nueva sociedad que se desespereza del aburrimiento decimonónico y busca el truque de una dama de Madrazo por una joven de Rafael de Penagos.
Pero el artista campa a sus anchas en una Córdoba que se le ofrece lujuriosa. Juega con ventaja, porque se define a sí mismo como el cateto que descubría todo frente a los elegantes cordobeses que vivían en el ensimismamiento permanente, ajenos a lo que se cocía a su alrededor. Ginés lo mismo podía revolucionar a sus compañeros de clase en Cultura Española que quedar arrobado ante los ángeles lampadarios de la iglesia de la Trinidad. Sentado en un banco veía cómo sus alas de desplegaba irisadas y sus grandes botas quedaban flotando en una atmósfera que mezclaba el olor del incienso con el de la cera recién apagada y los alhelíes que se mustiaban fragantes junto al Santísimo. Estos ángeles fueron incorporados inmediatamente al bajaje liebanita y desde entonces los reconocemos como banderilleros, futbolistas, jinetes o motoristas. Es la inculturación de lo divino.
Después vendría Cántico, la hazaña de la isla independiente, y también los viajes por medio mundo, donde lo mismo hacía de embajador de Córdoba que de cosario para regresar consu sempiterno macuto cargado de sensualidad brasileña, refinamiento veneciano o vacunado contra la indiferencia parisina. Éste es el momento del Liébana total, del que abre su corte en Madrid como escuela de lo diferente, de lo inimitable, de lo siempre presente y nunca advertido.
Lo que no se ha buscado aflora con naturalidad. El proceso creativo, que jamás fue considerado como un trabjado sino como una forma de expresión más, adquiere nuevas texturas y se enriquece hasta con lo más insignificante. Las reglas del juego siempre fueron para Liébana tan claras como saber que tenía que actuar en consecuencia y con sobriedad. En este estado llegó el momento de cruzarse con Salvador Dalí. Era 1972 y el pintor catalán tenía el cetro del absurdo, algo que ya le era muy familiar a Ginés. Del encuentro quedó una fotografía y un autógrafo del de Cadaqués al "más moderno i moderno monárquico español", que ahora se conserva en un lugar casi secreto y que en el fondo es también una obra de arte. Absurda, por supuesto.
Jesús Cabrera
ARTISTAS SURREALISTAS
"Esta noche he soñado contigo, pero eras diferente... mírate, mirémonos, nos rodea la esencia de la decrepitud..."
Viajando en el tiempo no nos resultaríamos mucho más diferentes que en el período de entreguerras, en lo relativo a lo que debería ser lo más importante: nosotros mismos. No sabemos lo que nos va a deparar el futuro, la decadencia social nos distancia de lo que somos, lo que hacemos y sentimos de la vida. Y lo único que nos queda es un mundo que siempre nos acoge en un abrazo sedante, cuando queremos vivir en las sombras, cuando queremos reconstruir y hacer real ese mundo que nunca será. Es entonces cuando nos disponemos a soñar o dejamos a nuestro propio cuerpo hacer sin más un sentido irracional de la vida. El testimonio creativo más puro de esa época se representa a través de las obras de dos figuras; uno de los más importantes artistas del siglo pasado, coincidiendo con otro de éste en que vivimos: Dalí y Liébana. Su coetaneidad se demuestra atendiendo a las impecables técnicas de dibujo de Dalí, las que desarrollaron gran influencia en las vibrantes ilustraciones de Liébana, antes incluso de su encuentro en 1972.
Las claves de lo que se reconoce hoy día como arte contemporáneo se desarrollaron en el surrealismo, en las obras de estos artistas, que aunque sobre soportes tradicionales, acogen en sus trazos el onirismo más intenso y valiente. Relatos de dos maestros unidos por la más bella sabiduría nos desvelan sus propios sueños, aquellos de un tiempo en el que la recreación de un mundo paralelo era la única salvación posible.
La comparativa de esa situación y la actual la realizan paralelamente una selección de jóvenes artistas, retomando las bases surrealistas e interpretando la recreación de una nueva realidad a partir de situaciones oníricas. Las técnicas se diversifican desde los asiduos óleos, acuarelas, hasta la fotografía, escayola, la tinta de una pluma o la escala musical.
Disfruta, regocíjate, alégrate, recréate... Los límites de la imaginación están en la capacidad que nos ofrecen nuestros sueños de vivir en ellos.
María Luisa OrtegaTodos los derechos reservados. Jesús Leirós 2011 ©
Publicado por
Unknown
Etiquetas:
Dalí,
Liébana y el Surrealismo
en
16.3.11
5 comentarios:
Pedazo exposición...VILLA DEL RÍO AL PODER!!!
And and the show has just begun!!!
Yo me voy a llevar un Dalí para mi cuarto ¿puedo?
Pero si te lo llevas ponlo en el cuarto de baño como roca, no me seas cateto...jajaja
Claro se pone en el cuarto de baño porque es donde mas rato pasan durante el dia que no os enterais!!!
Publicar un comentario