"...La mano que sostiene al mundo él no la conoce. Por eso a veces insiste en que en la intensidad de su creación se basa en el ritmo que acompaña a sus días. Y lo hace de la mano de sus infinitas musas, todas volátiles como los arcángeles vaporosos que siguen esperando un Apocalipsis quedo y elegante. Se fía de ellas mientras a ciegas avanza atravesando bosques de colores y azucenas derretidas.
Ginés convive consigo mismo. Es su propio hermano, su vecino, su hijo y su Dios. En la atmósfera que habita en su estudio se pueden oler los distintos estados de ánimo de sus cuadros. Algunos bostezan por no ser retocados con su pincel alegre, otros gritan a la vez que posan ingrávidos. Como Laocontes desesperados pero jamás rendidos. Reconoce las grietas que acosan su vuelo parado. Y en constante vigilia las rodea como un torero-niño que no quiere parar de jugar. Así es él. Surrealista, sublime, portentoso, trabajador agonizante y de una humildad que roza lo absurdo. Liébana es el adjetivo por el cual las palabras se enzarzan en peleas parasigmáticas. Surrealista y vivo. Más que vivo, ¡vivificado!..."
En una ocasión le pregunté cuál era el secreto para permanecer tantos años en activo. Él, con su característica manera de contestar a mis ocurrencias me contestó: "Debes entretener a los dioses. Pero no todo el mundo sabe. ¿A ti quién te ha enseñado?" De una forma sutil me hizo entender que ya participaba en su juego de tertulia balsámica. "No sé. Nunca lo he pensado". Con una carcajada que casi le rompía el pecho me miró ensimismado. "Claro que sabes; no estarías aquí si no supieras engañarlos a todos". No me atreví a rebatirle. Seguí mirándolo como el niño que mira por primera vez su reflejo. Sabía que esta lección la debía de aprender por mí mismo. Y así lo hice. De pronto se levantó y puso música brasileña. Preparó dos tostadas con aceite y queso.
"¿Sabes? Los dioses odian a los artistas. Nosotros tenemos un lenguaje que ellos no entenderán jamás. Pero debemos ser cautos y evitar llamar su atención ensimismados en una obra. Nunca insistas. Abandónala pasando desapercibido y retómala con el tiempo. Al fin y al cabo ellos también fueron alguna vez humanos y pecan de vanidad. Les gusta acapar todas nuestras horas. Toma, ahora come."
A la vez que pegaba pequeños mordiscos a la tostada miró al techo esperando alguna señal divina. Y de pronto la música se paró. De un salto tiró un pincel hacia el tocadiscos y la música siguió sonando y a mi parecer con más fuerza que antes. Sonreí y dijo sentencioso: "La música, y sobre todo la brasileña, también es celosa y necesita que la acariciemos de vez en cuando".
Fragmento de "Las horas serenas" (2011)
Todos los derechos reservados. Jesús Leirós 2011 ©
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Etiquetas:
Dalí,
Liébana y el Surrealismo
en
10.3.11
4 comentarios:
ey tio, que buena esta serie que estas haciendo en tu blog!! la estoy siguiendo y leyendo toda. En verdad, te tengo que dar las gracias por el trabajo que estas haciendo y por haberme hecho conocer muchísimo mejor a Gines Liébana... Ya solo queda esperar a la exposicion! Un abrazo grande!
Muchisima suerte para Gines y para todos los que os estrenais mañana!!
Ahora entiendo por qué te escogió como alumno suyo mejor que nunca. ¡Qué grandes sois!
un texto maravilloso!!! que bien defines a Gines para todos los que lo conocemos ese es el autentico estilo de personalidad arrolladora.
Pronto lo veremos por Cordoba de nuevo.
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